Ni las palabras más elocuentes del mundo podrían describir cuan maravilloso es sentir verdadera fe en el único Dios creador del mundo. No se trata de ningún sentimentalismo barato ni de absurdas creencias que encuentran cimiento en argumentos poco convincentes. Se trata de VIVIR.
Esa vida, muy por el contrario a la terrenal, ofrece más de mil formas de encarnar una sola realidad ajustada a la misión de cada quien.
Pocos serán los que deseen dejarse atrapar por el amor que Cristo ofrece al mundo, sin embargo, no poseen la capacidad de identificar su fe inconsciente. Es decir, para negar algo, ese algo debe existir, porque no se puede negar lo que no existe (Guillermo Lesme). Yendo al grano: inconscientemente, al decir “NO CREO EN DIOS”, están afirmando de que sí existe un Dios.
Quizá la ceguera ocasionada por el tamaño de la terquedad, sumada al orgullo humano, sean cómplices estrategas de la “no aceptación” divina. “Existe pero no lo acepto”, consecuencia: “Digo que no existe”.
Menos mal que Dios no necesita que los humanos crean en El para habitar en algún alejado punto espacial. No solicita ayuda para armar o desarmar el rompecabezas universal. No pide permiso para hacer o deshacer el libreto existencial.
De lo contrario, todos seríamos dioses o alguna especie de ángeles consejeros, pero aún estamos muy lejos de serlo. :)
De lo contrario, todos seríamos dioses o alguna especie de ángeles consejeros, pero aún estamos muy lejos de serlo. :)
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