A mi gastado vocabulario le faltan palabras para describir la inmensa emoción que se apoderó de mí durante el fin de semana.Liberales o colorados, cerristas u olimpistas; nada importó, sólo el amor naciente que brotaba y adquiría los colores de la bandera paraguaya.
Las diferencias se evaporaron y se convirtieron en estrellas resplandecientes de la inolvidable noche. Se observó la efervescencia de un pueblo independiente y soberano.
Aún no dejo de tararear la melodía de "Patria querida". Tampoco evito repetir constantemente sus letras. Mi mente todavía está en aquel acto central de la noche del 14 de mayo. Fueron inexplicablemente increíbles las presentaciones de compatriotas que, valiéndose del arte, demostraron su amor y lealtad al Paraguay.
Decir que fue conmovedor ver a jóvenes entonando músicas paraguayas es poco. Esta vez, Don Omar, Daddy Yanki, Wisin y Yandel y todos los demás artistas extranjeros, fueron hechos a un lado para dar lugar a la dulzura de nuestros cantos en guaraní.
Los que asistieron lo hicieron transportando consigo banderas y sombreros, vistiendo la casaca albirroja, o llevando algún distintivo tricolor.
Algunos, cara pintados; otros, como mínimo, una escarapela.
Los más apasionados, sin embargo, “se envolvieron” del rojo, blanco y azul, característicos de nuestra nación.
Los toldos artesanales se colmaron de artículos, preferentemente para damas. Aritos, vinchitas, collares y pulseras tricolores, adornaban la hermosa imagen de la mujer paraguaya.
Pueblo y gobernantes se conjugaron en una sola fiesta. Los escándalos sexuales del presidente, dejaron de conservar su carácter crítico para adquirir un toque cómico. El responsable de tan inesperado logro estuvo a cargo del grande y único Quemil Yambay, quien no sólo se ganó las risas del público, sino también las de Fernando Lugo.
Desfiles, danzas, cantos e interpretaciones hermosearon la ciudad. Todo fue del tamaño XX.
Admito que juzgué antes de vivir los festejos, pero me di cuenta de que por el amor a la patria, todo es válido; bien dicen que en el amor y en la guerra todo se vale.
Estoy orgullosa de mi país, por más piezas desordenadas que posea. No me arrepiento de haber tomado la responsabilidad de intentar ordenarlas porque lo hago con amor, y si por eso soy una tonta, pues lo seguiré siendo.
No consigo ni quiero esconder la satisfacción de haber bailado para mi patria. Es una humilde ofrenda, es lo que sé hacer. Lo viví a través del arte. Mi mayor deseo es que el día de mañana, desde el cielo (quizá y ojalá), pueda oír a mis tataranietos decir: “La mamá de mi bisabuela bailó en el bicentenario” :-D .Tal vez sea una absurda ambición, pero lo siento de esa manera.
Agradezco a Dios por haberme hecho parte de la "generación bicentenario". Me siento feliz porque participé de tal acontecimiento histórico habiendo sido joven. Confieso que por causa de eso asistí a todos y cada uno de los actos centrales que pueden encontrarlos en el programa :)
Ahora sólo me dedicaré a redactar la mayor cantidad de escritos posibles para recordar con precisión de todo cuando ya sea abuela. Además, otro de mis objetivos es dejar un maravilloso legado del bicentenario a mi descendencia.
Aún me encuentro sin palabras para describir la magnanimidad de la emoción ante tanta unidad y buen comportamiento de todos. En esta ocasión ignoro si existe algún tipo de rompecabezas. Así que sólo me resta decir ¡AGUANTE EL PARAGUAY CARANCHO Y PULGAR ARRIBA PARA NUESTROS FESTEJOS PATRIOS! Te amo mi querido Paraguay, con tus defectos y virtudes. =)
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